POSICIONES 51
Economía española: el coste de los pactos de investidura
En 2023 España recuperó la renta por habitante que tenía en 2019, aunque lo hizo dos años después que el promedio de los demás países europeos. Es una muestra de debilidad que no puede sorprender, porque los años transcurridos desde que empezó el siglo actual no están siendo muy favorables para la economía española. Su renta por habitante no solo sigue siendo inferior al promedio de la Unión Europea y de la Eurozona, como lo era al comenzar la centuria, sino que ha retrocedido en ambos casos e incluso se ha visto superada por alguno de los países incorporados recientemente. Otro tanto ha ocurrido con la productividad, donde España también se ha rezagado a lo largo de tales años.
Si se toma una perspectiva temporal más próxima, los resultados muestran que no hay a la vista corrección alguna de la negativa tendencia descrita. Así lo ha reconocido la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de la propia Moncloa: en los últimos cinco años (repárese que son los del actual presidente del Gobierno) la renta española por habitante ha retrocedido respecto a la de los ocho países europeos de mayor renta, y la productividad sigue estancada y muy por debajo.
Se miren por donde se miren, son unos resultados bien pobres, que contrastan, por cierto, con el triunfalismo de que hace gala el Gobierno. Y contrastan también con los obtenidos en los primeros tres lustros tras la integración, cuando sí se produjo un importante acercamiento a la renta media europea. De manera que los problemas económicos recientes no pueden ser calificados de coyunturales; cabe deducir de su persistencia que están bien arraigados. Esto obliga a pensar que hay deficiencias estructurales o institucionales que es necesario corregir, si se aspira en serio a la convergencia con Europa.