El resultado del ciclo electoral que comenzó con las elecciones europeas y ha culminado el 20-D se corresponde con el nuevo pluralismo de la sociedad española y con sus ansias de cambio. Ayuntamientos y parlamentos más heterogéneos muestran la diversidad de la nación española y ello fuerza a pactos, acuerdos y coaliciones. Las democracias maduras presentan a veces tales resultados. En esta ocasión, no es que no haya alternativa, es que la “preferencia revelada” de los electores ha dicho no a una mayoría absoluta, y sí a pactos y acuerdos. Decir, a estas alturas, que se desea un gobierno que represente sólo a una parte de esos varios empates (un gobierno para la “desconexión”, un gobierno “de progreso”, un gobierno “de ruptura”, un gobierno “de estabilidad”) implica no haber entendido ese nítido mensaje.
Pues si hay algo que ha sido rechazado en las urnas es trazar “líneas rojas”, y menos “cordones sanitarios” contra/frente representantes elegidos por el pueblo español, y menos aún cuando estos conforman minorías mayoritarias. Menospreciar otras formaciones cuando representan a millones de votantes es despreciar a millones de españoles. Que haya buena o mala “química” entre los líderes, que se aprecien o se menosprecien entre ellos, no es lo relevante, su obligación y su trabajo es entenderse.
Es perentorio, por tanto, que salgamos de este impasse, apelando a la responsabilidad que compete a las distintas formaciones políticas, para que faciliten la instauración de un gobierno. Pero no cualquier gobierno, sino uno que tenga la capacidad de aunar y sumar voluntades, y no el propósito de seguir abundando en la confrontación. Es URGENTE la formación de un BUEN GOBIERNO, con la estabilidad y determinación suficiente para abordar las numerosas REFORMAS que demandan la sociedad y la política españolas.
La Circular del Círculo nº 11/febrero de 2016.