POSICIONES 17
A favor de la política: un buen gobierno ¡YA!
Las elecciones del 20-D han sido muy aleccionadoras. Los ciudadanos acudieron a ellas después de largos años de crisis con la esperanza de regenerar un sistema político necesitado de renovación; con la expectativa de abrir cauces a otras fuerzas políticas para abordar los grandes problemas que en la fase anterior habían venido afectando –y fracturando– a la sociedad y al Estado.
Problemas bien conocidos: Cataluña, la recuperación de la confianza en las instituciones y los actores políticos, dar continuidad a la recuperación económica y resarcir en lo posible las consecuencias de la brecha social provocada por la recesión y el desempleo. Como era de esperar, el resultado se correspondió con el nuevo pluralismo de la sociedad española y con sus ansias de cambio.
El ciclo electoral que comenzó con las elecciones europeas, continuó con las locales y autonómicas, las catalanas después y, finalmente, las generales, ha dado lugar en todos los casos a ayuntamientos o parlamentos más plurales, con equilibrios múltiples: entre la izquierda y la derecha, entre los separatistas y los unionistas, entre la vieja y la nueva política.
El resultado es que no ha habido vencedores claros, ya que todos han quedado por debajo (en ocasiones, muy por debajo) de sus previsiones. Singularmente, los partidos tradicionales, el PP y el PSOE, han cedido bastante terreno en favor de los nuevos.
Repitámoslo: ayuntamientos y parlamentos más heterogéneos muestran la diversidad de la nación española y ello fuerza a pactos, acuerdos y coaliciones. Las democracias maduras presentan a veces tales resultados.
En esta ocasión, no es que no haya alternativa, es que la “preferencia revelada” de los electores ha dicho no a una mayoría absoluta, y sí a pactos y acuerdos. Decir, a estas alturas, que se desea un gobierno que represente solo a una parte de esos varios empates (un gobierno para la “desconexión”, un gobierno “de progreso”, un gobierno “de ruptura”, un gobierno “de estabilidad”) implica no haber entendido ese nítido mensaje.